No puse la opción Ella Invita en la primer salida, porque nunca me pasó y no conozco a nadie que le haya pasado. A la hora de pagar, la mayoría de las mujeres dicen que no ofrecen pagar porque creen que ofenderían al hombre. Pues bien, yo no me ofendo, y muchos hombres no se ofenden tampoco. Esa generación se acabó, junto con el corsét, el sulky y las ballenitas. Tipo que ofrece pagar cenas, varias y no se las coge es porque duda de su capacidad “cogitiva” y quiere tener a la mujer lo suficientemente “encariñada” para que le banque los primeros encuentros sin orgasmos o polvos “semi-regulares”.
También existe el mito que si una mujer sale a cenar con un hombre y éste paga, la mujer debe entregar. Algo, mínimamente un beso, aunque un beso, y uno bueno a esta altura de la vida por lo general conduce a la cama. Debo admitir que este mito yo lo desmitifiqué varias veces ya, con mujeres que conocí en internet. Muchas cenas, pocos besos, y algún que otro encame.
Conclusión: de ahora en más, primer salida, un café, a lo sumo dos.
Mi postura interior es la siguiente: no veo por qué tanto trabajo/esfuerzo en seducir una mujer, si para empezar yo soy lo suficientemente pintón y cojo lo suficientemente bien como para contentar a un buen porcentaje del mundo femenino. No digo que deberían estar agradecidas, pero tampoco que se suban al pedestal de las “sacerdotisas inalcanzables”.
Yo no suelo salir con mujeres que se creen que me conceden el honor de salir con ellas, salgo con mujeres que tienen ganas de estar con un tipo macanudo, interesante, pintón, etc.etc. Mi historial de relaciones sexuales demuestra un “índice de orgasmos del 85%”, y por eso entiendo que en una relación sexual hasta ahora el beneficio es mutuo, ergo la inversión entonces debería ser pareja.
Yo hoy día planteo lo siguiente con una mujer: mirá XX, el tema cenas o salidas para mí debe ser compartido, porque así no se malinterpretan las razones y porque al final de cuentas, “si yo te tengo que seducir con cenas y salidas” vamos mal.
Yo no salgo con mujeres que “necesitan sentirse especiales para dejarse coger” ¿Será porque yo no delego esa facultad en otros tampoco? Yo salgo con mujeres que quieren coger, porque necesitan tener un orgasmo con un hombre y no con los dedos o un dildo. Salgo con mujeres que les gusta coger, y que después de un café o dos sienten que conmigo a lo sumo la cogida puede resultar interesante. Que además de echarse un buen polvo, el entorno en sí, es bueno. Y como dije, no suelo decepcionar.
El propósito de una salida a tomar café es para que la mujer sienta que yo la encuentro cogible y que ella decida si se siente lo suficientemente cómoda para estar en la cama conmigo. Si lo percibido en el chat o por teléfono se sostiene con el encuentro (sí, internet es mi principal fuente de encuentros) No digo que tiene que ser la primera vez, pero tampoco la quinta. Con mis dos últimas parejas, incluyendo a mi actual A.Torranta, no pasó de la segunda. Pero como ya he dicho antes, con las de 45+, a mí me da la sensación que las cosas se resuelven más rápidamente.
Además debo admitir que soy partidario de una ecuación compartida por bastantes varones de mi edad en situación de “soltería permanente o intermitente” que es bastante fría pero a la vez real:
Cena con salida: $140/$250, puede incluir una charla amena o aburrida, que puede incluir anécdotas sobre lo chotos que somos los varones y encima con final imprevisto, muy probablemente malo, si uno osó defender a la especie masculina.
Puta: $150 (en promedio, hay por menos y más, mucho más) pero ya sabemos como termina y en cuanto a la charla: Hola, me llamo Carla. Ponete cómodo.
Las mujeres con toda justicia pueden decir que les pasa lo mismo, pero la diferencia es que no les costó $200 averiguarlo. Y no todas van a la peluquería o se depilan para la “primer salida”.
¿Y entonces para qué ponerse en pareja?
Porque a uno también le gusta estar con una mujer a la que puede besar, acariciar, franelear toda la noche, hacerla acabar, con la que se puede salir o ver una película en casa, tranquilos, es decir estar con alguien con el que uno se siente a gusto porque alcanzó ese lugar de comodidad de pareja que justifica mantener la relación, porque en definitiva ambos estamos bien. Porque estar juntos suma. Es así de simple.