Dedicado
a mi reducido "Club de Fans" (el texto, no la foto)
La baja producción de cacao y el incremento de su consumo hace que expertos vaticinen su escasez.
Traducción del Título Original al Estilo Cinematográfico Argentino
El
Día Que Se Terminó el Chocolate y la Gente Se Recontra Rayó.
Todo
comenzó en el 2010, cuando Anthony "Chocfinger" Ward (1), un
trader de commodities, con su grupo Armajaro Holdings hizo millonarias
inversiones en los mercados del cacao. En su momento todos sus colegas se
burlaron de él:
-
“¿Invertir en cacao?” ¡Ja ja – qué pedazo de boludo!” Solían decir a viva voz.
Pero
Anthony no cejó, invirtió cada centavo del holding inversor en compañías que
estuvieran relacionadas con el mundo del cacao.
Y
de repente el 21-12-2012, el día que se iba a acabar el mundo, según los
Mayas (también muy afectos al chocolate) pero que desde esa fecha es conocido
como el Día C – sucedieron varias sequías, heladas, invasión de
langostas e inundaciones que afectaron a todas las zonas donde se cultivaba
cacao, salvo – y casi por milagro - aquellas donde Anthony y su holding habían
comprado acciones/tierras.
De
la noche a la mañana, Anthony era el dueño casi absoluto de los principales
centros de producción de cacao y de las empresas que lo transformaban en
productos de consumo masivo. El precio de la tonelada de cacao, pasó de USD
1000 a USD 12.000.
Anthony
pasó a ser el hombre más rico y poderoso del planeta. Lo de rico es sencillo de
explicar, porque de tener una fortuna de 10 billones de dólares, pasó a tener
una de 120 billones, y lo de poderoso es un poco más complejo, pero su apodo de
“Chocfinger” no fue por azar. Básicamente se convirtió en el “Sumo Pontífice de
la Felicidad”.
Y
aquí me tomo un tiempo para explicar el porqué. En el 2012, el 40% de la
población, urbana y occidental vivía sola – y lo sigue haciendo hoy día. La
mayoría prefería la compañía de canarios, tortugas, gatos y perros a la del
sexo opuesto o similar. Las relaciones sexuales eran esporádicas, casuales y
con poco o casi ningún componente afectivo, ergo, la gente se había habituado a
compensar la falta de endorfinas que provenían tanto del sexo como de las
relaciones sentimentales profundas con el chocolate.
Las
endorfinas para esa altura de la historia occidental y urbana se habían
convertido en la nueva “smack” (heroína) y se podían obtener con relaciones
sexuales, sentimientos de amor, deporte o chocolate. Como el sexo y el deporte
no se practicaba muy a menudo, y mucho menos por los habituales consumidores de
golosinas, de repente el chocolate cobraba una vigencia crucial.
Los
primeros en sufrir la escasez de chocolate fueron aquellos que no contaban con
provisiones abultadas, los que solían ilusionarse con la noción de que algún
día conocerían al “amor verdadero” y que encima ni siquiera tenían mascotas.
Fueron
los que comenzaron a comprar cualquier alimento que tuviera por lo menos algún
vestigio de cacao, primero en los centros de provisión habituales, quioscos,
hipermercados, autoservicios chinos y hasta compraban los alfajores vencidos
que se vendían en los trenes.
Algunos,
ya desesperados, con el nivel de endorfinas casi en su punto mínimo, llegaron a
consumir choco-arroz.
Inmediatamente,
como suele suceder en este tipo de situación, comenzaron a aparecer los buitres
o como preferían llamarse ellos “Los mercaderes de la felicidad”. Era
gente que hacía tiempo ya tenían relaciones sexuales regulares, significativas
y que hacían deporte, dietas o simplemente ya no consumían chocolate y que por
ello tenían existencias de chocolates, en barra, polvos para hacer leche
chocolatada y hasta polvo para hornear tortas de chocolate, que solía
“cortarse” con otras sustancias para simular el gusto a chocolate.
Otro
grupo, los agricultores de zonas con condiciones similares a las de los países
productores de cacao, migraron sus cultivos al cacao. Países sojeros,
trigueros, maiceros de repente se encontraban produciendo un cacao mediocre,
pero cacao al fin, y también vieron crecer sus ganancias de una manera
desmedida. Quejar se quejaban, ya sea por los altos impuestos, la falta de
condiciones de exportación flexibles, caminos adecuados, costo de los fletes,
etc. etc., al final del día es parte de su ADN. Pero la verdad, es que se
comenzó a acuñar la frase: “El Oro Marrón” y recalco: “El Oro Marrón” no el
Loro Marrón, ¿OK?
Otro
efecto rebote comenzó a notarse en los centros de adopción de animales
abandonados. Se había corrido el rumor que el ronroneo de los gatos podía
generar endorfinas y que los perros – con su amor incondicional – suplían la
falta de afecto que en otras épocas provenían de los seres humanos.
También
se notó una notable alza en el saludo con abrazos, porque se decía que proveían
una notable cantidad de endorfinas y hasta las mujeres comenzaron a reducir
bastante el nivel de exigencias a la hora de elegir “pareja”. Los gorditos,
petisos y pelados – sobre todo los que tenían provisiones de chocolate,
comenzaron a garchar.
Otra
medida que se tomó fue prohibir la exhibición de Willy Wonka y la Fábrica
de Chocolate, en cualquier tipo de soporte, sea TV por cable,
internet, etc. Se descubrió que algunos “chocopornos” sufrían niveles de
depresión demasiado altos, otros se volvían violentos y atacaban a las tiendas
que vendían esos productos.
En
fin, como es una entrada de un blog y los lectores tienden a tener un nivel de
ansiedad e interés diametralmente opuesto – y como también es muy probable que
este post sea comprado por algún guionista de Hollywood, voy completando el
relato.
Todo
este caos finalmente terminó cuando Estados Unidos se hizo cargo e intervino en
las zonas afectadas por las sequías, inundaciones, infestaciones y con su Plan
Wang (en honor al presidente recientemente electo de ese país) financiaron y
proveyeron de tecnología de punta a los países afectados y en dos años lograron
reactivar la producción mundial del cacao, con tanto éxito que se quintuplicaron
los valores históricos.
Finalmente
Anthony Ward, quedó en la bancarrota, los mercaderes de la felicidad retornaron
a sus tareas habituales y como suele suceder con aquellos que creen que un
animal es un “juguete viviente” – una vez que lograron alcanzar sus niveles de
endorfinas habituales con el chocolate, volvieron a aparecer montones de perros
y gatos abandonados (2).
(1) Anthony
"Chocfinger" Ward – no es un personaje de ficción. Se hizo
multimillonario en el 2010 justamente como trader de cacao.
(2) Debo
aclarar que no estoy acusando a los consumidores de chocolate de ser personas
que suelen abandonar a sus mascotas.
Material
de Consulta
Y como no queres que se acabe el cacao con tantas señoritas comiendo de esos chupetines.
ResponderEliminarAbrazo grande.
Es que así se dan dos gustos! Abrazo!
EliminarSos un fiel exponente del realismo, no sólo por la temático, sino por la abundancia de datos exactos que ofrecés para sostener el texto, pero vayamos a lo importante, ¿quién no se comió alguna vez un buen chocolate? Al menos para saber de qué se trata ser gay... y aclaro, como vos, "gay" de feliz, de alegre. Glad, jolly, festive, bouncy, chirpy, blablablá.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Gracias! Y sí, Verne, Asimov, Orwell, Huxley y Bradbury ya escribieron lo mejor que se puede escribir en ciencia ficción, al menos a mi criterio. En cuanto al chocolate y lo gay, una advertencia: ambos son un camino de ida. Abrazo!!
EliminarExcelente pintura del caos. Tomo el consejo para gorditos, petisos y pelados y ya voy acovachando los Lindt.
ResponderEliminarAbrazo, Ató.
Con Lindt te vas a ganar a Luciana Lopilato!! Abrazo!
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