En general he notado que la mujer no tolera bien el frío, es más, por lo general lo detesta, salvo en verano, cuando necesita prender el aire acondicionado.
Por eso en invierno, para poder echarte un polvo, el dormitorio tiene que parecer un invernadero de plantas tropicales. Conviene tener un litro de agua a mano, para combatir la deshidratación producto del calor del tiro balanceado, del caloventor, y de la estufa de cuarzo a escasos centímetros de la cama (entre nos, ese colorcito rojo que despiden las de cuarzo crean cierto ambiente, no?)
Y yo, que ansiaba la llegada del invierno para poder retozar en la cama tranquilo, me veo ahora en el dilema, ¿efecto invernadero o polvo?
Yo que me quejaba del calor en verano, ahora reflexiono y me doy cuenta que al menos en el verano las mujeres se veían “saludables”, andaban prácticamente en bolas y con ese agradable tono de piel bronceado. Ahora que falta poco para el invierno, ya comienza a notarse el efecto pernicioso que tiene la falta de sol en las mujeres.
Esas hermosas caras bronceadas de a poco se van tornando grisáceas o blancuzcas, afloran los primeros pañuelos y las narices rojas.
Andan todas arropadas, caminando apuradas, con cara de “la concha de su madre que frío que hace”. Para nada sexy.
Y me pregunto, si en un otoño porteño ya se ven poco sexy ¿cómo carajos harán los finlandeses para calentarse con una finlandesa en invierno? ¿Será a puro aquavit?
En fin, ahora a esperar la primavera nomás…