Es curioso que a medida que van pasando los años cada vez siento más empatía por Mr. Spock. Le voy encontrado sentido a su manera de ver las cosas. Siempre fue mi personaje favorito.
Y en realidad no somos muy parecidos, porque yo soy mucho más leche hervida que él. Tal vez siempre lo admiré por su manera racional de ver las cosas, hasta el punto de arriesgar su propia vida en pos de salvar a los demás tripulantes, "porque es lo más lógico".
Ahora, lo curioso de ser vulcano, es que la palabra está claramente emparentada con volcán, y la vulcanización es un proceso mediante el cual se calienta el caucho crudo en presencia de azufre con el fin de volverlo más duro y resistente al frío. Es decir, que un Spock sea vulcano es casi un contrasentido en sí mismo.
Todo esto viene a cuenta porque anoche mantuve una segunda charla muy interesante con una mujer que conocí por internet – Luego de colgar pensé: “con alguien así yo podría sentirme muy a gusto”. La mujer en cuestión, parece una persona piola, con vuelo, no se la percibe como mojigata ni tampoco como una “pantera”. Una mujer adulta equilibrada - Y en un "momento Spock", también pensé que es una pena que no esté tan mentalmente predispuesto para entablar una relación “seria” con una mujer.
En parte creo que es porque el timing no es el mejor. Es que tengo mil cosas en la bandeja del To Do. Casi como que desperdiciaría la oportunidad de involucrarme con alguien que merece la pena ser conocida en otro momento. Pero por otro lado me dije: “Tal vez no haya otra oportunidad y al final de cuentas fue ella quien me contactó y se nota que es lo suficientemente madura e inteligente como para entender la propuesta de mi perfil”.
Después de “privarme racionalmente” durante un breve instante de la oportunidad de conocerla, reflexioné que tal vez la dama en cuestión no esté buscando un noble caballero para compartir el resto de su vida, tal vez sólo busque un tipo medianamente piola y lo suficientemente decente como para al menos no cagarle la vida ni hacerle perder el tiempo.
Creo que al final de cuentas no vale la pena darse ni un mínimo de manija, sobre todo en cuestiones de la vida sentimental, porque uno no tiene ni la más puta idea de lo que realmente quiere la otra persona. Lo tendrá que ir descubriendo a medida que se desarrolla la relación.
Así que decidí sentarme en la canoa y dejarme llevar por una suave corriente femenina y ver hasta dónde llegamos.
PD: ¡¡y a lo mejor nos vemos y salimos rajando en direcciones opuestas!! Jaja!